LOS DADOS ETERNOS
«Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y
selecta, una de las que,
con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.»
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
César Vallejo (De Los heraldos negros, 1918)
César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892 - París, 1938). Poeta
y escritor peruano, considerado como una de las grandes figuras de la poesía del
siglo XX, dada la impresionante innovación que supuso su obra. Publicó en Lima
sus dos primeros poemarios: Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922). En 1923
partió hacia Europa, residiendo el resto de su vida mayormente en París. Allí
publicó la novela El tungsteno y el libro de crónicas Rusia en 1931. En 1938, después
de una vida de estrecheces económicas y tras una larga enfermedad, murió en París,
a los 46 años. Toda la obra poética escrita en Europa aparecería póstumamente,
en 1939, con los títulos España, aparta de mí este cáliz y Poemas humanos.
Este gran poeta que fue Vallejo, merecía una lectura más sentida. Ël escribía en carne viva, y su lectura produce una indecible emoción.
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